La Fábrica de Tejidos de Bello, como se le conoció históricamente, cambió el aspecto bucólico del famoso “Hatoviejo” y vio pasar raudas todas las mañanas por sus callecitas de polvo rojo, a decenas de mujeres y niñas que muy temprano van a la fábrica a manejar telares, a manipular algodón y ver cómo entre sus manos se forma el hilo, que a través del proceso de cardar, llegó a convertirse en las famosas telas que don Emilio, a través de una muy bien aceitada maquinaria comercial, llevó a Bogotá, la Costa y sur del país, logrando así uno de los objetivos de la naciente burguesía antioqueña, que se va despidiendo de los negocios de la agricultura, la ganadería y la minería, y entró a formar el fortín industrial textilero y cervecero de la región antioqueña, apoyados por el capital financiero aún en formación.
(El Mundo, 23 de abril de 2016). Pasado y presente de Betsabé Espinal.